martes, 21 de octubre de 2014

Maroto: la disyuntiva entre el fin y los medios






Es conocido el papel que Maquiavelo ha jugado en la historia de la política. Hay quienes todavía se regodean de tener sus obras como libros de cabecera. El teórico político florentino entendía que la política exige la renuncia de una serie de valores colectivos en aras a conseguir una serie de éxitos de ámbito personal aun siendo estos contrarios al bien común. Es decir, en base a la teoría de Maquiavelo y que el alcalde de Vitoria-Gasteiz está siguiendo a pies juntillas, si alguien es honesto en el debate, leal con el adversario político y respetuoso con la sociedad a la que dice representar, difícil va a alcanzar lo que actualmente se entiende como el éxito político.

No quisiera caer yo también en el mismo error que Javier Maroto a la hora de rebatir sus opiniones e iniciativas, ya que hay temas delicados, como el de la población inmigrante, que el primer edil ha puesto sobre la mesa, en los que la línea que separa la argumentación y la demagogia es tan fina como para patinar hacia uno u otro lado.

Decía Henry Hazlitt, filósofo, periodista y economista estadounidense que vivió prácticamente entero el siglo pasado (1894-1993), que los “demagogos y malos economistas presentan verdades a medias. Aluden únicamente a las repercusiones inmediatas de la política a aplicar o de sus consecuencias sobre un solo sector”. Algo así le ha debido de ocurrir al primer edil gasteiztarra, quien busca un objetivo corto de plazos y de miras, ya que instala una sombra de la duda sobre miles de inmigrantes (los magrebíes, sobre todo, que estos no votan en mayo) que han contribuido al desarrollo de Euskadi, sin aportar prueba alguna. Como es habitual entre los pensamientos conservadores, ante los problemas económicos, el foco se pone en los inmigrantes, crispando el ambiente.

MILES DE AFECTADOS En total, las propuestas de Maroto afectarían a aproximadamente 32.000 personas: por no llevar diez años empadronado en la ciudad, unos 20.000 extranjeros y cerca de 10.000 ciudadanos procedentes otras comunidades autónomas del Estado español; y por no haber cotizado nunca a la Seguridad Social, más de 2.000 personas. Entre estos últimos, se contabilizarían también gasteiztarras que aún no han podido acceder al mercado laboral o quienes se han dedicado a las labores del hogar, entre otras, que de esta manera quedarían fuera de estas ayudas sociales.

Maroto, que no detectó este posible problema cuando los votos de su partido apoyaron al PSE para aprobar esa ley en el Parlamento Vasco, reclama ahora una ‘limpia’ entre los fraudulentos receptores de la Renta de Garantía de Ingresos (RGI), poniendo en duda el funcionamiento de Lanbide, cuya diligencia está quedando demostrada y ratificada cada día, como muestra el hecho de que a diario gestiona cientos de expedientes, además de suspender una media de 2.000 RGI al mes de los 194.530 expedientes revisados por fraude o por no cumplir los requisitos.

El objetivo de Maroto salta a la vista. Anunciar que pedirá en la calle 30.000 firmas para, a través de una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), solicitar el cambio en la ley del RGI no es otro que buscar la adhesión fácil de quienes en esta situación económica desfavorable ven la presencia de inmigrantes como una amenaza. Solo que Maroto olvida que, de esta manera, enfrentará a unos vitorianos contra otros. Como le recordó el propio lehendakari Urkullu al PP, si quiere cambiar la ley, que presente una iniciativa en el Parlamento de Gasteiz, donde su alcalde también es parlamentario y tiene poderes para poder hacerlo sin necesidad de una ILP, que es la herramienta para quienes no pueden hacerlo por cauce habitual. Pero Maroto sabe que esa vía, la de la ILP, además de resultar más llamativa, le permitiría dilatar el proceso, lo que le proporcionaría una presencia más prolongada en los medios de comunicación. Hasta las elecciones del próximo 24 de mayo. Lo sabe el alcalde, pero también sus conciudadanos.

Tuvo Maroto, pues, responsabilidad en la aprobación de la ley que ahora dice querer cambiar; ocupa un escaño en el Parlamento Vasco que le permite modificar esta ley que él antes apoyó; lleva más de tres años como alcalde de la capital para haberse dado cuenta de estos posibles desajustes, pero su apuesta por la “fuerza de la calle” llega ahora. A siete meses de las elecciones.

Está bien que los partidos y sus candidatos vayan definiendo sus posturas ante las diversas disyuntivas que surgen en el día a día de la gestión, en este caso municipal. Lo que no es de recibo es que se haga desde posturas electoralistas. Si el señor Maroto quiere atraer a los gasteiztarras, tiene hasta el mayo para seguir trabajando en los problemas que sufre la capital alavesa. Y si lo que prefiere es salir a la calle a recoger firmas, que lo haga para solicitar a su partido en Madrid más inversiones para Vitoria-Gasteiz, para requerir una mayor implicación para que el aeropuerto de Foronda sea Punto de Inspección Fronteriza y dé servicio las 24 horas, para que se aclare la gestión de los alquileres de las oficinas municipales de San Antonio, para expresar su hartazgo antes los casos de corrupción que asolan al PP, para explicar los pagos en metálico del Diputado General alavés…

EL PAPEL DEL ALCALDE No sé si el papel de un regidor es el de buscar firmas, el de cohesionar una comunidad, el de estar cerca de ella… No lo es, desde luego, buscar el enfrentamiento colectivo, ni el recelo entre vecinos de diverso origen. Tampoco, trasladar una imagen de Vitoria cicatera, cerrada y problemática después de 25 años en los que se ha ganado con justicia una fama de ciudad abierta, solidaria y comprometida. El interés partidista y el cálculo electoral no deberían arrumbar una ciudad de personas solidarias, comprometidas con la cohesión social.

El Partido Popular de Javier Maroto dispone de estudios que le anuncian un resultado electoral que no es el que a él y a su partido les hubiera gustado. Sabe también que este es un tema recurrente y fácil para construir discursos ambiguos pero que hacen daño. Como alcalde y presidente de EUDEL que he sido, considero imperdonable que un responsable municipal priorice, sin ningún tipo de recato, su propio bienestar mediante un pretendido resultado electoral en perjuicio del bienestar colectivo de su ciudadanía.

Soy consciente de que decir la verdad, ser honesto y leal no va con el discurso del alcalde de Vitoria, que prefiere seguir la doctrina de ‘El Príncipe’ de Maquiavelo. Pero los medios son importantes para lograr un buen fin. Mejor haría Maroto en buscar el acuerdo, entender al diferente y colaborar con el competente.

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