sábado, 24 de junio de 2017



La caleidoscópica plurinacionalidad de Sánchez
Alberto Schommer fue uno de los fotógrafos que mejor supo plasmar en sus obras los diferentes aspectos de la vida, de las ciudades, del día a día… Si aún siguiera entre nosotros, me gustaría que hiciera un retrato del Pedro Sánchez envuelto en una gran bandera española –única, grande y libre–, tal y como se presentó como candidato a La Moncloa en junio de 2015.
En estos dos años transcurridos, hemos podido ver diferentes Partidos Socialistas y asistir a distintos debates internos y externos en los que, ciertamente, ni me corresponde ni voy a entrar. Lo que sí diré es que Schommer, para quien la fotografía era el auténtico testimonio del tiempo, haría hoy una foto de Pedro Sánchez en base a lo escuchado en los últimos días sobre el concepto de nación que no cuadraría del todo bien con aquella inmensa bandera española con la que quiso retratarse hace solo dos años. A día de hoy, como si de un caleidoscopio se tratase, aquella única enseña rojigualda que cubría su figura habría mutado en un mosaico de banderas autonómicas, más o menos visibles, dependiendo del ángulo desde el que se observasen los espejos que crean los efectos visuales.
Mi retina también guarda otras imágenes. La más viva, la del debate a tres de los candidatos a la secretaría general del Partido Socialista, cuando Patxi López preguntó a Pedro Sánchez si sabía lo que era una nación. La respuesta elusiva del madrileño y la pedagógica explicación posterior del vizcaíno evidenciaron las dudas de éste sobre el nivel de conocimiento de aquél.
También yo albergo serias dudas sobre la claridad de los planteamientos del nuevo Secretario General en relación a la organización territorial del Estado. En cualquier caso, el hecho de que el PSOE debata esta cuestión es algo que me agrada. Prefiero ver a Pedro Sánchez envuelto en una bandera plural que en un pendón singular, pero también es cierto que la larga historia de titubeos y vaivenes del socialismo español en relación a este tema me genera serias dudas sobre los fundamentos de su nueva propuesta.
Hemos conocido a un PSOE defensor del Derecho de Autodeterminación de los Pueblos y, al poco tiempo, dar marcha atrás para convertirse en valedor de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico. Este viaje, en menos de un lustro, de la Autodeterminación a la LOAPA es una clave que no debemos olvidar quienes entendemos el Estado de una manera plural porque, en realidad, el alma socialista y el alma centrista lograron un acuerdo para aprobar una Ley de “Armonización” cuya filosofía era situarse por encima de los Estatutos de autonomía, que son Leyes orgánicas. Acordaron lo que vino a denominarse “café para todos”, exactamente el mismo que pretenden mantener y repartir hoy contra viento y marea.
Contemplo el ‘caleidoscopio Sánchez’ y espero que el Secretario General socialista haya llegado a la conclusión de que ni es posible ni soluciona ningún problema el mutilar los hechos diferenciales de comunidades que se consideran naciones a base de repartir competencias incluso entre quienes no las quieren, que es la gran lección que nos dejó la LOAPA. Es importante recordar que, a día de hoy, determinadas Comunidades Autónomas preferirían devolver competencias al Gobierno Central, algo inimaginable en el caso catalán y, desde luego, impensable también en el vasco.
Euskadi cuenta con un reconocimiento como Pueblo en su propio Estatuto de Autonomía, y probablemente conformemos el ámbito territorial que mejor se identifica con el concepto de “Nación sin Estado” de toda la Unión Europea. Es necesario reconocer que el concepto de Nación-Estado, surgido en el siglo XIX, está sufriendo una transformación importante, al igual que los conceptos de soberanía y de identidad. Hasta finales del siglo XX, la soberanía era uno de los elementos críticos a la hora de definir el Estado. Hoy, dentro del ámbito de la Unión Europea, no hay Estado que no haya perdido importantes cuotas de poder en favor del colectivo, en este caso de la UE. Hoy en día vivimos en sociedades que, en el marco de la Unión, asumen plenamente una realidad de cosoberanía o de soberanía compartida.
Pedro Sánchez recuerda que el concepto de nacionalidad está reconocido por la Constitución y acepta la idea de nación cultural. Ahora bien, supondría engañarse a sí mismo tratar de negar el carácter político de la Euskadi actual. Una Comunidad con un Autogobierno asentado y bien valorado, con un desarrollo social de gran calado, con la fuerza de un instrumento como el Concierto Económico o con la capacidad de diseñar y ejecutar políticas propias no va a desistir en el camino de lograr el reconocimiento de su carácter nacional.
Tengo que reconocer que me gusta la nueva música que escucho al Secretario General socialista, pero confío en que se entienda mi prudencia. Además de la música, hay mucha letra que componer todavía. Así, el PSOE puede y debe demostrar con hechos su nueva melodía. ¿Cómo? Por ejemplo, contribuyendo a dar cumplimiento pleno a una Ley orgánica como es el Estatuto de Gernika. Porque hasta la fecha la partitura que interpretan PSOE y PP ha sido siempre la misma: el silencio del incumplimiento sistemático de las competencias pendientes.
El ‘nuevo PSOE’ de Pedro Sánchez va a tener que decantarse y, sobre todo, pasar de las palabras a los hechos. Y si su Secretario General aspira a que la letra empaste bien con la música, deberá desandar el camino del Partido que fue capaz de aprobar la LOAPA o de alardear con el cepillado del Estatut de Catalunya. Espero que los hechos demuestren que el cambio es sincero, real y de calado. Y que la anunciada propuesta de modificación de la Constitución en clave federal se oriente con claridad hacia la asunción de una evidencia: el reconocimiento de la realidad plurinacional del Estado y de las realidades nacionales de Catalunya y Euskadi.

Mi artículo de opinión, hoy, en http://www.diariovasco.com/


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